Si crees que tu hijo no come sano y no sabes por dónde empezar, este post te interesa. En el post de hoy he querido recopilar qué puntos y aspectos podemos tener en cuenta para que los niños y niñas coman de forma saludable.
Esto es una guía rápida para hacer que un niño o niña coma sano sin llantos ni peleas, enfocada a padres y madres, pero también a todo el entorno familiar del niño o niña. ¿Cómo hacer que los niños coman sano? El pilar fundamental de todo el proceso siempre será el mismo: ejemplo constante y sin presión, siempre con tendencia a facilitar las cosas. Vamos a ir punto por punto, y por supuesto si queréis aportar vuestra experiencia en comentarios, es bienvenida.
Contenidos
- 1 Preparación
- 2 Situación 1. Si los hijos todavía no han llegado
- 3 Situación 2. Si los hijos ya están aquí
- 3.1 Paso 1. Antes de empezar, hay que creérselo
- 3.2 Paso 2. Sanear la cocina, pero más lento
- 3.3 Paso 3. Si a tu hijo le da pereza, a ti no
- 3.4 Paso 4. Busca coherencia entre los miembros de la familia
- 3.5 Paso 5. Durante las comidas
- 3.6 Paso 6. Desterrar los castigos y las recompensas
- 3.7 Paso 7. Escuchar el hambre de los niños y niñas
- 4 Resumen final:
Preparación
Antes de empezar, es preciso resaltar 2 puntos que ayudarán a que el proceso sea más sencillo:
Punto 1. Sanear la cocina
Sanear la cocina significa llenarla de alimentos buenos y evitar los no deseables para la salud. Convertirla en una fuente de recursos y no en una trampa para uno mismo.
Llenarla de alimentos frescos, locales y de temporada (frutas, verduras, legumbres, frutos secos naturales o tostados sin sal, carnes y pescados si se consumen, huevos –camperos mejor-, lácteos enteros y sin azúcar, bebidas vegetales sin azúcar si se consumen, cereales integrales –pan integral, pasta integral, arroz integral, avena…-, tubérculos, fruta desecada, semillas, patés de legumbres o cremas de frutos secos sin azúcar…)
Prescindir de los productos ultraprocesados (carnes procesadas: embutidos, salchichas, hamburguesas…, yogures de sabores, postres lácteos, actimels, petit suise, precocinados, salsas procesadas, croissants, napolitanas, bollería en general, pan de leche, galletas, refrescos, snacks, patatas fritas, chocolatinas, cacao en polvo azucarado…)
Y por último, buscar alternativas sanas y ricas. Cocinar más y aprender a guiarnos por el hambre y no por el apetito. Puedes empezar a coger ideas aquí, aquí o aquí. O puedes visitar la entrada sobre el azúcar, si todo esto aún no te convence mucho.
Punto 2. Informarse
Los productos comestibles para niños suelen ser peores que los productos comestibles para adultos. Hablamos de yogures infantiles, procesados cárnicos (salchichas…), galletas con caras sonrientes, vacas que se ríen… Un danonino tiene 1 cucharadita y media de azúcar, una galleta príncipe, más de una cucharadita (6,5 g) por galleta. Y no, los niños no necesitan azúcar para tener energía, aunque Cola cao se empeñe en decirlo. Una salchicha no es un aporte proteico de calidad. Los palitos de pescado no cuentan como pescado: antes que eso, es mejor aprender a quitarle las espinas a un pescado de verdad.
Tras considerar estos dos puntos, pasemos a las 2 situaciones posibles: cuando los niños aún no han nacido, y cuando sí.
Situación 1. Si los hijos todavía no han llegado
Este es el estadio más sencillo: cuando los niños aún no existen. Que un niño nazca en un entorno alimentario saneado va a facilitar mucho las cosas, puesto que lo único que tendrá que hacer es aprender de su entorno, el cual terminará imitando tarde o temprano.
Situación 2. Si los hijos ya están aquí
Cuando los niños ya se han acostumbrado a consumir bollería, galletas y productos procesados, el proceso se complica, pero no se vuelve imposible. Hay que armarse de paciencia, porque el proceso es LARGO, y tardará los años que tenga que tardar. No por ello hay que perders la esperanza, ni los nervios.
Paso 1. Antes de empezar, hay que creérselo
No podemos pretender que los niños coman bien si nosotros no lo hacemos. Hay que creérselo lo suficiente como para considerar necesario comer de forma saludable. Y digo creer, aunque en realidad esto es ciencia. Encontrar alternativas sanas que hagan que no eches de menos la bollería y las galletas. De cualquier otro modo, los niños y niñas olerán la debilidad. Sabrán que en realidad sus padres no quieren comerse ese brócoli o que arden en deseos de comerse ese croissant. Asociarán el consumo de dulces –esporádico o no esporádico, da igual- a una liberación, qué gusto, qué bueno esto, y qué rollo lo de todos los días. Buscar recetas es esencial si consideramos que nos falta soltura e ideas en la cocina. Lo importante, más que comer sano, es encontrar disfrute en hacerlo.
Paso 2. Sanear la cocina, pero más lento
Obviamente para buscar un cambio hay que hacer cambios. Se puede empezar por cambiar las galletas y bollería de armario. Esconderlas. Que dé pereza ir a por ellas. Colocar botes de frutos secos naturales o tostados y fruta desecada por la cocina, a mano. Poner el frutero bonito (poner el frutero, si no estaba). En definitiva, facilitar el acceso a los alimentos saludables y dificultar el de los alimentos no saludables (a medida que compramos, de forma paulatina, menos cantidad de estos últimos).
Paso 3. Si a tu hijo le da pereza, a ti no
Es una buena idea preparar alternativas sanas, como pan de plátano, polos de fruta, hacer sándwiches/bocadillos sanos (con hummus, aguacate, tomate, queso fresco, manzana laminada, huevo duro, atún…), tortitas sin azúcar, experimentar con la avena, cortar y pelar la fruta si es preciso, aunque comerla a mordiscos también es necesario. Hacer pastel de verduras, comprar arándanos desecados…en definitiva ponerlo fácil.
Si la elección de la merienda/almuerzo recae en lo que haya traído el adulto a casa, entonces hay que traer solo cosas sanas. Si el niño o niña tiene hambre las terminará comiendo, sino, tal vez no tenía tanta hambre. Puede que aparezca conflicto, puede que no; en cualquier caso no vale la pena gritar, ni enfadarse, ni culpar, ni comparar. Es completamente normal que se resista a cambiar lo que ya se había acostumbrado a hacer. Si tu hijo o hija no merienda/almuerza, no morirá de inanición. Lo de las 5 comidas al día es un mito como una catedral.
Paso 4. Busca coherencia entre los miembros de la familia
Si algún miembro de la familia es el que trae los huevos Kinder, el que pone cara de asco a las lentejas o el que insta al niño a probar alimentos insanos, pausa antes de seguir. Es necesario dialogar. Es necesario que el entorno del niño tenga coherencia, que si queremos que coma saludable, su familia (no solo sus padres) coman sano también, y encuentren disfrute en hacerlo. O que, al menos, no pongan barreras en el proceso, que las opiniones están muy bien, pero a veces son contraproducentes (yo que tú…, qué más te da…, sólo es un niño…, tiene que disfrutar su infancia, POBRE…¿Pobre por comer sano? ¿De verdad?).
Si algún miembro de la familia insiste en poner trabas, y si razonar no funciona, le invitaremos a no intervenir en el proceso de educación alimentaria del niño/a. Al fin y al cabo, sus padres son quienes deciden cómo criarlo.
Paso 5. Durante las comidas
Ser flexible pero firme. Es decir, buscar preparaciones sanas que se ajusten a los gustos del niño , pero no hacer cambios drásticos con tal que coma (‘’a él le hago unos espaguetis con tomate porque si no, no come nada’’) (la moussaka con relleno vegetal puede ser un buen comienzo; este post de CreatiVegan -blog muy muy recomendable- nos da ideas sobre cómo cocinar aquello que no les suele gustar).
Afortunadamente ha nacido en el primer mundo, por lo que no, no va a morir de hambre, no pasa nada si no come en la comida, lo importante es que pruebe cosas sanas y que vea que su entorno también las come. Ya merendará luego algo sano. No vale la pena enzarzarse en peleas, pues convertirán la comida en un momento estresante, lo contrario de lo que debería ser. Una buena ración de verdura en cada comida y cada cena, acompañado de la mayor normalidad posible, pues la idea es que sea algo cotidiano, que se haga sin esfuerzo (sin chantajes, sin premios, sin castigos).
Paso 6. Desterrar los castigos y las recompensas
No es buena idea utiliar la comida como un premio (si te portas bien tienes postre, etc.) ni como un castigo (si no te lo terminas todo no vamos al parque, etc.), ni como un consuelo (toma, una chocolatina porque te has caído al suelo y te has hecho daño), ni como una recompensa -la más complicada- (qué bien has hecho X, vamos a comprarte un helado para celebrarlo).
Los alimentos insanos pueden tener sus huecos puntuales (1, 2, 3, 4 veces al mes) pero no tienen por qué rodearse de ese tipo de contextos, pues puede hacer que los niños usen la comida en el futuro para esos fines (de ello hablamos en la entrada de alimentación consciente).
Y para terminar de ilustrar esto, este anuncio de unas pizzas precocinadas ya-sabemos-cuales, que recomiendan tirar de comida ultraprocesada cada vez que no sepamos cómo manejar una situación con nuestros hijos/as. Y ya está. CON UN PAR.
Paso 7. Escuchar el hambre de los niños y niñas
Por último, escuchar el hambre -dentro de un entorno con alimentos saludables- es la opción más sensata tanto para niños como para adultos. Así de simple.
Resumen final:
1- Poner a la vista alimentos saludables, ofrecerlos y comerlos uno/a mismo/a.
2- No tener comida basura en casa, no comprar dulces ni bollería.
3- No forzar, premiar ni castigar con comida.
4- Repetir hasta el infinito.
Si resulta conveniente, también se puede razonar con ellos de forma sencilla para que empiecen a entender el porqué de todo esto, con explicaciones adaptadas a su edad, aunque normalmente no es necesario ir explicando las propiedades del brócoli para comerlo.
Y, de momento, nada más.
Como siempre, mil gracias por leerme, y ¡hasta la próxima!.